Jehová protegió y alimentó a los israelitas mientras vagaron cuarenta años por el desierto. En la Tierra Prometida les proporcionó jueces para rescatarlos de sus enemigos y hacerlos regresar a la adoración pura. Dado que Jehová estuvo a su lado durante siglos, tanto en los buenos como en los malos tiempos, pudo decirle a la nación: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” (Jeremías 31:3).